El prudente ve el mal y se esconde, mas los simples siguen adelante y son castigados. Proverbios 22:3
Si hay algo que es seguro en la vida es que sufriremos pues vivimos en un mundo caído. Sufriremos por nuestro cuerpo que cada día envejece, por que nuestros seres queridos no son para siempre, por que nuestras amistades más entrañables nos olvidan y nosotros a ellos, sufrimos por que las distancias nos alejan de nuestras familias, además el pecado de nuestros seres queridos y sus consecuencias nos hacen sufrir también. Pero hay una clase de sufrimiento del cual podemos librarnos. El sufrimiento como consecuencia de pecar aquí en la tierra.
Me refiero a la clase de sufrimiento que el rey David se hubiera evitado si no hubiera cometido adulterio, el sufrimiento que Pedro se hubiera evitado si no hubiera negado al Señor Jesús. Esa clase de sufrimiento terrenal que experimentamos por pecar cuando tuvimos la opción, como siempre, de apartarnos del mal, pero decidimos pecar.
En una ocasión le pregunté a un dentista, ¿Por qué crees que Dios permitió que tengamos nervios tan sensibles en los dientes, si sólo nos sirven para sentir dolor? Él respondió Creo que la razón es para que nos demos cuenta que los pequeños placeres que nos permitimos tener, sumado al descuido de nuestra limpieza, y la facilidad que tenemos de poder ocultar el daño que producen, tarde o temprano nos traerán un dolor tan grande que sólo puede ser curado si atacamos el asunto de raíz. Su respuesta fue más que medica, fue teológica.
Esa respuesta me condujo a pensar en cuantas veces experimentamos sufrimiento y dolor por causas justas y cuantas veces como consecuencia del pecado.
Quiero invitarte a reflexionar sobre esto. ¿Estas sufriendo como consecuencia de tu pecado o por tu firmeza en Cristo? ¿Hay alguna carga que tengas que llevar ahora como consecuencia de haberte permitido placeres pecaminosos que ocultaste por mucho tiempo pero que ahora ya salieron a la luz? O ¿estas en el proceso de ocultar pecados que te estas permitiendo? Espero que esta pequeña reflexión sea una alerta a tu corazón. No hay pecado que podamos practicar que no ofenda a Dios y que no termine afectando nuestra vida y la de nuestro prójimo. Si estas es esa etapa te ruego con el corazón en la mano ¡Deja ese pecado! ¡Confiésalo! Y ¡Purifícate en Cristo! Él es poderoso para sanar todo el daño que el pecado oculto ha hecho y misericordioso para perdonarte y limpiar todo desde la raíz.
Pero Él no sólo quiere evitarte dolor como consecuencia del pecado en esta vida sino que quiere darte vida eterna y un placer más grande. Él Señor Jesucristo padeció en la Cruz, murió y fue resucitado, demostrando así que Él venció al pecado y ahora ofrece salvación a todo aquel que en Él crea. Sólo por medio de esta salvación podemos recibir libertad del pecado y poder del Espíritu Santo para obedecer a Dios. Una vez salvos su palabra debe ser nuestro alimento para crecer en santidad ya que esta es verdad.
Pero Él no sólo quiere evitarte dolor como consecuencia del pecado en esta vida sino que quiere darte vida eterna y un placer más grande.
Una de las mentiras más grandes que muchos han creído en la actualidad, es que pecar trae más placer que obedecer. Cada vez que pecamos estamos siendo engañados por el diablo, él nos quiere hacer pensar que el placer momentáneo es la mejor opción pero eso no es cierto. ¿Qué puede ser más hermoso y placentero que estar en comunión con nuestro Dios? ¿De que manera ofender a Dios puede ser algo que disfrutemos? Si vas a sufrir que sea como el apóstol pablo, que sufrió fatiga, desvelos, hambre, sed, frío y desnudez por hacer la voluntad de Dios, por causa de su obediencia más no por pecar contra Dios.
La vida por si misma ya tiene suficientes dosis de sufrimiento que a veces Dios permite para moldearnos más a la imagen de su hijo Jesucristo y para que podamos ser un testimonio de confianza en Dios a pesar de las dificultades. Aunque Dios usa la escuela del sufrimiento para ayudarnos a crecer en Él, Él no quiere que suframos como consecuencia de desobedecerle. Él quiere que por medio de su palabra seamos instruidos, para conocerle y poder andar en el espíritu, conservando así una vida en santidad y gozo por que nos deleitamos en perseverar en comunión con Él. Recuerda las palabras del Señor a Israel: ¡Si tan sólo hubieras atendido a mis mandamientos! Entonces habría sido tu paz como un río, y tu justicia como las olas del mar. (Isaias 48:18)
La obediencia al Señor trae paz en cualquier situacion.
La vida por si misma ya tiene suficientes dosis de sufrimiento que a veces Dios permite para moldearnos más a la imagen de su hijo Jesucristo y para que podamos ser un testimonio de confianza en Dios a pesar de las dificultades.
Hermano, no permitas que el pecado traiga sufrimiento a tu vida y la de tu prójimo, sino ve a Cristo y confiesa tu pecado, El es fiel y justo para perdonarte. Se como el prudente que ve el mal y se esconde y no seas como el necio que sigue adelante y como consecuencia recibe castigo. El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. (Pr 28:13)
Que hoy sea el día de confesión y reconciliación.
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